Oigan lo que aconteció,
y aunque es suceso que admira,
no piensen, no, que es mentira,
que lo cuenta quien lo vivió.
Al pie de uno de los cerros
donde Cristo Rey se erguía,
un politiquero residía,
cuando oyó ladrar los perros.
Y con ganas de averiguar
qué cosa le arruinaba la siesta,
se paró y miró hacia la cuesta;
era gente que lo vitoreaba a rabiar.
Exhibían su foto al andar,
más, sin pasar adelante,
es preciso que un instante
gastemos en detallar.
Flaco era el tipejo,
el más flaco de los charlatanes,
era el rostro, eran los ademanes
de un hombre medio pendejo.
Maloso era, digo mal,
no era una persona malosa,
era más bien ventajosa,
y con pinta de inmoral.
Era,otrosí, rata descarada
y lo animaba ser leguleyo;
puede decirse que aquello
no era pol{itico ni era nada.
Al saber pues la gran batahola
del comicio que venía
él los bigotes se lamía,
sabiendo que les iba a hacer pistola.
Se jugó la vida a cada rato
al prometer lo más baladí
pensando que siendo así
la alcaldía ganaría de inmediato.
Empero, sintiendo luego
que poco le creía la gente
tuvo por cosa prudente
tomar las de Villadiego.
Y aquella persona derrotada
sombra de líder que fue,
de la cual se dijo que
no era político ni era nada.
Aquel politiquero, sí,
cosa es de volverse loco,
no podrá coger tampoco
la alcaldía ni el jabalí.
Jorge Carrascal Pérez