Ramón cabrales fue secuestrado hace ya dos meses, tal parece por el grupo insurgente del ELN o mejor por la recua de secuestradores del ELN. Este hecho lamentable no ha podido ser peor y ha entristecido y enfurecido a toda una ciudad enclavada, para su desgracia, en la entrada de la zona del Catatumbo. No hay una sola vereda, barrio o calle de la ciudad de Ocaña que no se hable con indignación de este secuestro. Todos sus habitantes con dolor protestan, los comerciantes, sus seguidores políticos, los académicos, sus amigos y hasta sus propios detractores. Se ha generado un alto grado de conciencia frente a este hecho, que ha llevado a generar formas imaginativas de protestar para su liberación. En todas las formas se ha respondido con espontaneidad y franqueza.
Y no es para menos, Ramón Cabrales o Moncho como le decimos todos, es una persona muy querida en Ocaña no solo por sus ejecutorias como hombre público o por su buen historial académico o por lo buen comerciante, o por el ciudadano ejemplar que ha sido, sino fundamentalmente por el formidable ser humano que es, un hombre de bien, un trabajador honesto y extrañamente transparente en su actividad pública. Por eso este sentimiento de indignación por su secuestro se siente mucho más en Ocaña, la bulliciosa ciudad donde nació, donde creció y se formó para la vida social y política.
La última vez que hable con Moncho, fue en el mes de agosto, en la ciudad de Ocaña, durante la fiesta de matrimonio de un amigo mutuo. Al filo de la media noche coincidí con él sentándonos en la mesa de la familia guerrero. Hablamos de lo humano y lo divino y como no, tema obligado, la situación crítica de inseguridad por la que estaba atravesando Ocaña. A los pocos días, el 3 de septiembre en las horas de la tarde, Moncho era secuestrado de manera espectacular cuando regresaba con su señor padre de la finca en las inmediaciones del Hatillo. Había ido con su papá a recoger limones. Iba con ellos en las manos en su vehículo cuando un comando fuertemente armado pertenecientes al ELN lo interceptaron atravesando la camioneta en la vía donde se movilizaban. El vehículo de Moncho quedo metido en la cuneta sin poder moverse, quedando a merced de los secuestradores. Lo bajaron de su carro delante de los propios ojos de su padre y se lo llevaron con rumbo desconocido.
Nadie pudo hacer nada para impedirlo y mucho menos la ciudad tenía un Plan Candado como en otras administraciones que impidieran que un secuestrado fuera sacado de la ciudad. No había plan candado ni plan de seguridad. Ocaña, ciudad que cada día se acerca más al despeñadero no tiene nada en materia de seguridad. Bueno, no tiene nada en materia de nada. Pareciera que el círculo se cierra cada día más en contra de sus habitantes buenos. Hace cerca de tres años, por la misma fecha, dos comerciantes buenos de la ciudad eran secuestrados por delincuentes y a los pocos días asesinados por sus captores.
El secuestro de Moncho, que parece tener visos tanto políticos como económicos, es un total despropósito en momentos en que este grupo insurgente está en una fase de concertación de una agenda para comenzar un proceso de paz. Así no se juega, así nos son las cosas, si quieren hacer la paz debe hacerse por las buenas, no secuestrando ciudadanos de bien y mucho menos masacrando policías y soldados.
Liberen a Moncho, Ya. Es una frase sentida que refleja el sentimiento de toda una sociedad y se ha convertido en todo un fuerte llamado al grupo insurgente para que regresen a Moncho sano y salvo al seno de su familia. Todos no hemos sumado a ese clamor, no solo por lo que significa Moncho para todos sino también por el hondo convencimiento que tenemos de no ser indiferentes a este maldito flagelo que en la ciudad de Ocaña en el último cuatrienio ha dejado ya varias víctimas.
Liberen a Moncho, Ya¡¡¡¡¡
YOD