Así fue, en diciembre de 1915, Albert Einstein publicó su máxima obra titulada Las Ecuaciones del Campo de la Gravitación. Para muchos o más bien para casi todos, esta vaina sigue siendo un misterio. Esta teoría destrono las newtonianas vigentes durante doscientos años y puso en vigencia la teoría general de la relatividad. Para Newton, la gravedad era una energía que atraía todo hacia la Tierra, pero según el modelo de Einstein esta no era una fuerza sino producto de un universo que se curva. Ahora bien no es que mandaran al carajo a newton, para nada, pues hoy en día para lanzar una sonda espacial a Plutón aún se utilizan sus postulados. La ingeniería toda se basa en Newton. Lo que paso con la teoría de la relatividad es que de un solo plumazo, el espacio y el tiempo dejaron de ser un mero telón de fondo para convertirse en verdaderos protagonistas dotados de una dinámica propia.
La revolución relativista moldeó en buena medida el siglo XX. Influyó en todo y su creador se convirtió en el científico más famoso del mundo. Por eso su gran importancia, pero lo curioso es que hoy, un siglo después, la humanidad celebra la promulgación de una teoría de una vaina que nadie entiende y que los expertos califican de bella, elegante y eficaz.
Hace algunos años en mi paso fugaz de estudios en este campo, específicamente en la materia de física nuclear, nos encerraron, a la fuerza y en cumplimiento del plan de estudios, ocho días con sus noches en el Instituto de Asuntos Nucleares en Bogotá. Todos los días algún experto de la materia nos bombardeaba el cerebro de información para que pudiéramos entender entre muchas otras cosas todo el cuento de la relatividad. Fue fascinante pero traumático. El último día de las conferencia cuando sentí por fin que comprendía algo, sentí una emoción indescriptible que me llevo a darle un codazo a mi compañero de estudios sentado al lado en el inmenso auditorio del instituto y le dije – por fin esta vaina está clara- y le pregunté- vos entendiste – la respuesta de mi compañero, luego de una mirada de compasión, fue simple y certera: – deja dormir-. Lo cierto es, entendamos o no, la teoría general de la relatividad cambió la forma de concebir la realidad.
Y es que en modo alguno es fácil tener una comprensión de la teoría de la relatividad. Esto lo recrea bien la siguiente anécdota -Se cuenta que en una reunión social Einstein coincidió con el actor Charles Chaplin. En el transcurso de la conversación, Einstein le dijo a Chaplin: «Lo que he admirado siempre de usted es que su arte es universal; todo el mundo le comprende y le admira». A lo que Chaplin respondió: «Lo suyo es mucho más digno de respeto: todo el mundo lo admira y prácticamente nadie lo comprende».
Pocas teorías han influido tanto en la física del siglo XX como la de Einstein, y pocos legados científicos siguen hoy tan vivos como el suyo. Cien años después, la física espera su próxima relatividad general. Lo cotidiano de la vida, más de lo que uno se pueda imaginar, esta embellecido por este misterio.
Ahora bien, que tiene que ver la teoría de la relatividad con el sexo, pues nada. O si?
En una reunión social Marilyn Monroe se cruzó con Albert Einstein, ella le sugirió lo siguiente: -«Qué dice profesor, deberíamos casarnos y tener un hijo juntos. ¿Se imagina un bebe con mi belleza y su inteligencia?». Einstein muy seriamente le respondió: «Desafortunadamente temo que el experimento salga a la inversa y terminemos con un hijo con mi belleza y lo que es peor con su inteligencia». Todo es relativo.
YOD