El mapa político que conocemos hoy para la región suramericana tiene los meses contados. Las circunstancias y factores que han propiciado los cambios políticos que se han sucedido en Argentina con la elección como presidente de Mauricio Macri y más recientemente en Venezuela con la victoria de la oposición en la Asamblea Legislativa, son endémicos, tan es así que podrían incluso contagiarse hasta Nicaragua.
Debo confesar que muchos aspectos del Socialismo del Siglo XXI me producían un especial interés. No en vano tuve la oportunidad de asistir a los Foros Sociales Mundiales de Belém Do Pará en 2009 y de Dakar en 2011, invitado y financiado por el Fondo Andaluz de Municipios para la Solidaridad Internacional, al tiempo que representé a nuestro país, con otros alcaldes más, en la Asamblea General de la Organización de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU)[1], donde recibí el honor de suscribir el pacto mundial sobre el cambio climático.
En estos encuentros, sentí una especial seducción al ver a las masas vitoreando las ideas de Hugo Chávez, Rafael Correa y Lulla Da Silva; creía fundamentalmente que era posible combinar la libertad de mercado con el papel intervencionista del Estado para lograr un justo equilibrio que se tradujera en el bienestar social y el progreso económico. En fin, creo aún que otro mundo mejor es posible.
Sin embargo, tristemente muchos de los logros en educación, salud, infraestructura, crecimiento económico y bienestar general de la población, no alcanzarán a perdurar en buena parte de los países del área que aún se encuentran alineados con el UNASUR[2]. Organismo que de contera sufrirá las consecuencias de los cambios ideológicos de los gobiernos cuyos Estados son miembros, de suerte que su supervivencia futura es a todas luces incierta.
Y no es que propiamente el nuevo gobierno de Argentina o el avance mayoritario de la oposición al régimen Chavista de Nicolás Maduro en la Asamblea Nacional del hermano país Bolivariano vayan a dar al traste con tales avances sociales y económicos, sino más bien que los propios mandatarios que han ostentado el poder, defendido los principios del socialismo del siglo XXI y propiciado reformas de orden social y política, han caído en los mismo vicios de sus rivales capitalistas del tercer mundo.
En efecto, la propia vanidad de Cristina Fernández de Kirchner y su traición a los postulados Peronistas fueron definitivos en su derrota a manos de Mauricio Macri, quien además al mostrar abierta simpatía a la causa del líder opositor venezolano Leopoldo López y sorprender al solicitar la expulsión de Venezuela del MERCOSUR[3], generó un hito político que sin duda atizó a las nuevas mayorías que derrotaron a Maduro al ocupar dos terceras partes de escaños en la Asamblea Nacional en los comicios electorales que se llevaran a cabo el fin de semana anterior.
Precisamente Maduro tampoco se ha caracterizado por sus decisiones acertadas de buen gobierno e incluso cada vez se distancia más y más de los principios que identificaban a Chávez. El cierre injustificado de la frontera colombo-venezolana y el trato despiadado con nuestros compatriotas, le hicieron perder cualquier afecto que tuviéramos con su causa.
Venezuela vio pasar una vez más la oportunidad histórica de salir del subdesarrollo y alcanzar el estado de bienestar, al derrochar sus petrodólares en mera ideología y corrupción. Las próximas elecciones presidenciales podrían ser el ocaso de la revolución bolivariana.
Brasil, por su parte, dejó de ser la sexta economía más importante del planeta, lugar al que la llevara el presidente Lulla, y hoy día se debate entre la peor recesión de su historia contemporánea, caracterizada por una inflación que está por alcanzar los dos dígitos (9,56%), unas tasas de interés del 14,25%, un desempleo rampante y una devaluación del Real que frente al Dólar alcanza el 25%; y el gigantesco escándalo de corrupción en la Estatal Petrobras, que tiene a su presidenta Dilma Roussef postrada en el desprestigio y ad portas de un juicio político abanderado por una robusta oposición.
Los gobiernos de Correa en Ecuador y Morales en Bolivia se han prolongado innecesariamente, picados por el bichito del poder. Correa, quien en su último periodo ha sido regresivo con las libertades políticas, parece ser que ya no se reelegirá más. No así Evo Morales quien quiere gobernar por lo menos hasta 2021. Error estratégico que podría llevarlo a terminar un mandato en condiciones adversas, tal como ya le ocurrió a Kirchner en Argentina, le ocurrirá a Maduro en Venezuela, y le podría ocurrir a Roussef en Brasil y a Ortega en Nicaragua.
La elección de Macri en Argentina es solo el comienzo del fin de una era. Queda pospuesto el sueño de la nación suramericana.
[1] Este organismo supranacional es algo así como las Naciones Unidas de los Municipios.
[2] UNASUR es un organismos internacional conformado por los doce países de la región suramericana: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay y Venezuela, cuyo objetivo es construir un espacio de integración entre las naciones en lo cultural, económico, social y político.
Por, Yebrail Haddad
[3] El Mercado común del Sur (Mercosur) es un proceso de integración regional instituido inicialmente por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay al cual en fases posteriores se han incorporado Venezuela y Bolivia.