Mientras a esta hora va a su última morada, mi amigo y hermano Jairo Claro Ovallos, yo saco fuerzas para que mi mente recuerde los lazos de aprecio y amistad que nos unieron por más de 60 años. Una amistad que inició por los años de la dictadura de Rojas, en ese gran barrio de La Piñuela-San Antonio, recuerdos difíciles de borrar, porque son recuerdos de niño que no se olvidan nunca.
Que riqueza tan grande tengo de haber contado con este amigo desde mi infancia, no todos tienen ese privilegio. Hoy cuando muchos coterráneos lamentan su fallecimiento llamándolo el «humanista», es fácil entender la riqueza intelectual de la que gozaba mi compadre, ese amor al discutir cada obra literaria, con tal fervor, fue lo mejor de tantos momentos compartidos a su lado.
Fuimos cuatro los que crecimos en el barrio, al son de la guitarra y la voz de Rito, a la que se unían la de Jairo y Moncho un poco tartajosa, un trio cantando sin tener todavía novias la canción «La palma», un despecho cubría nuestra parrandas, no entiendo el por qué. Bellas parrandas ¡carajo!, con una guitarra que sonaba en forma regular y una voz tartajosa, eran un espectáculo sin igual.
Con este trio musical se fueron abriendo las fronteras en los otros barrios de Ocaña, tiempo más tarde fue el vallenato el que alegraría nuestras tertulias donde Ana Ascanio y Cheles García de Montaño, nuestros lugares de encuentro junto a las parrandas en las casas de Nano Sánchez, Tirso D’vera y Rito Velasquez; no había ningún veto para los cuatro amigos, inclusive en las últimas tres casas se unían las voces de Fabiola, Amanda y Argenis Sánchez; parrandas de nunca acabar.
El grupo creció con la llegada de Carlos Meneses y Alberth Haddad, círculo de amigos que a pesar de la temprana ida de Moncho y Rito, así como la distancias no se ha separado; siempre existirá una llamada telefónica o una visita para saber de las alegrías o tristezas de cada uno, para así mantener los recuerdos que nos unirán siempre.
Jairo gracias a que contó en Bogotá con el apoyo de su hermano Jesús, se hizo Abogado y de los buenos, especializado en lo penal. Las audiencias que se realizaban en el antiguo recinto del Concejo Municipal eran dignas de alquilar balcón. Oírlo preparar sus trabajos, salir luego de allí a celebrar su intervención, pertenecer a su grupo más cercano, es uno de los mejores regalos que he recibido de Dios.
Algo muy importante que también dentro del círculo de amigos se dio, fueron los gestos de solidaridad a pesar las diferencias que tenían nuestras familias. En las épocas de nuestra infancia con Moncho éramos rechazados por una pequeña población que había logrado botar la cotiza para usar zapatos, una discriminación social pendeja que creería también la justificaban porque ninguno de los dos estábamos estudiando. Pero en la casa de Paulina, encontramos siempre acogida y todos nos sentíamos bien recibidos, fue ahí donde surgió nuestro apoyo a los amores de Jairo con Paulina, Chela su mama nos brindó un especial cariño.
Fue tan generoso que para acrecentar la amistad, me hizo padrino de su hija mayor Karina y tanto mis hijas Andrea, Camila y Viviana como mi esposa Conchita aprendieron a tratar a Jairo, a Paulina y sus hijos como familia, a quererlos con singular cariño y aprecio.
Que decir, cuando logré culminar mi carrera de abogado en la Universidad Libre, la misma donde él se graduó. La alegría y la felicidad fue grande, al saber que reposarían aunque en tomos diferentes nuestros títulos de abogados, otorgados a dos amigos que caminaron desde niños las mismas calles, compartiendo el guineo con un pedazo de queso costeño en la tienda de Julio Sanchez, nos vestimos con las camisas negras hechas por mi vieja y querida Hermelinda; difícil de entender las cosas bellas que hace Dios pero siempre agradecido por su obra.
Para rematar, que bello fuera que en Colombia a puertas de un proceso de paz, los colombianos lográramos formar grupos familiares, como a los que mi gran amigo y yo hemos formado parte; estoy seguro que seríamos el país más rico del mundo con su mejor gente.
Héctor Emilio Pacheco