La última joya de la corona, fue vendida a un fondo de inversión canadiense por el Gobierno en contra de la voluntad de la mayoría de los colombianos (Congresistas, académicos, sindicalistas y líderes sociales).
Se anuncian denuncias contra el presidente Santos y voto de censura contra su Ministro de Hacienda, patadas de ahogado. Desde el gobierno de César Gaviria 1990-1994, se inició la privatización de los bienes del Estado.
La Constitución del 1991 y las leyes 100 y 142 de 1994, en sus incisos, consagraron políticas neoliberales, es decir, del derecho de los particulares a manejar los servicios esenciales del Estado, (agua, energía, comunicaciones, salud, basuras), donde está el negocio.
Después de esta apertura, donde todo lo público en servicios esenciales pasara a manos del capital privado, donde todo es explotación; cualquier activo oficial que sea atractivo para un particular, está la norma que lo respalda.
Recuerdo muy bien la lucha que dimos en los años 90-94, contra la loca de Pereira, con un paro violento que dejó sin comunicaciones al país, la perdimos, porque el apoyo del pueblo fue nulo. Un pueblo de derecha que sueña en que un día no muy lejano sus gobernantes (con 200 años en el poder) mejoren su situación, se alarga en el tiempo.
Una empresa como Telecom, valorada en cinco mil millones de dólares en 1990, el Gobierno de Uribe la regaló por un valor de 369 millones dólares, hoy todas las empresas de telecomunicaciones, usan las redes de lo que era Telecom, pagando centavos. Uribe también le cae la responsabilidad en el sistema de salud, empresas como la Caja Nación de Previsión, Seguro Social, Caprecom; fueron reventadas para que las EPS entraran a llenarse sus bolsillos, son elefantes blancos que se les salió de las manos al Estado, convertidas en nidos de corrupción.
Quienes deben de estar presos por la venta de los bienes del Estado; Gaviria, Uribe, Pastrana y Santos, se pavonean hasta la fecha como los máximos dirigentes políticos, para el colmo de los males, uno dejando a sus hijos el negocio de las basuras y otro con su hijo como director de Planeación Nacional. Que pesar que en nuestro país ante tanto saqueo y corrupción no pase nada, por la pasividad mediocre del pueblo, que cada cuatro años lo preparan para elegir sus propios verdugos.
Por lo tanto, si la oligarquía colombiana representada hoy por Juan Manuel Santos, nos tiene comiendo M, con un IVA que puede llegar al 19%, un incremento de salario mínimo con dos o tres puntos por encima del IPC y vendido lo último del patrimonio que le quedaba al Estado; se debe a que una gran mayoría hace 26 años respaldó políticas neoliberales, que hoy hacen más rico al 1% del país y consumen en la pobreza a un 99% de su población.
El llamado es, no esperemos que los dueños del poder que tienen una democracia hereditaria, cambien esto, el cambio lo tiene que labrar el propio pueblo; obrero de campo, y de la ciudad, la lucha por una vida digna nos toca a nosotros librarla, para este proceso no hay un mesías.
Si estamos esperando que el Acuerdo de Paz arregle la situación, sin ser pesimista solo va a favorecer al grupo que se alzaron en armas contra el sistema corrupto enquistado en las entrañas de la oligarquía y que van a seguir usufructuando el poder si nosotros no sabemos organizarnos.
No puede haber un pueblo feliz, como lo dicen las encuestas, donde el desempleo bordea un 10%, una economía informal que es superior a la formal, una fuerza laboral activa del 82,27% que gana entre un salario mínimo y dos millones de pesos y donde el barril del petróleo se vende a 25 dólares.
Claro está, que de haber por lo menos un colombiano feliz, es Germán Varga Lleras, que hoy está en una clínica en Alicante España sometido a un tratamiento contra el alcohol y el cigarrillo, donde la pequeña habitación, el día le cuesta más 5.600 euros, y que muy pronto va estar dirigiendo una manada de tarados, que vida tan irónica carajo.
Héctor Emilio Pacheco