Esa mañana de comienzos del mes de mayo, el Sol resplandecía enceguecedoramente en Barbatusca, y el cielo azul resaltaba la imponente figura del Cristo Rey que yace en la colina que lleva su nombre.
Como de costumbre miraba al horizonte desde la terraza de la casa de mis papás en Iscaligua. Me deleitaba con la inmensidad de la montaña, y mi mente se perdía entre el recorrido del Vía Crucis, que sirve de camino a sus moradores, el canto de los azulejos, el olor de las veraneras del jardín y las múltiples tareas que tenía aun por realizar.
De repente, aproximándose desde el norte de la Ciudad y a baja altura divisé un Avión Air Bus 320 de Aerolíneas Colombianas. Siempre me han fascinado los aviones y cada vez me sorprendo cuando veo a esa maravilla de la creación humana surcar los cielos.
Mis ojos no daban crédito a lo que veían. Mi asombro fue mayor cuando observaba a ese monstruoso gigante del aire cada vez más cerca. ¿Dónde irá a aterrizar? –Pensé-. En segundos pasé del asombro al afán: ¡Nunca podrá aterrizar en nuestro aeropuerto! ¡La pista es muy corta! -Dije para mis adentros-.
Rápidamente caí en la cuenta que el avión, cuyo tren de aterrizaje había salido, no pretendía aterrizar en el aeropuerto nacional de Aguas Mansas, que de vez en cuando prestaba sus servicios a la Ciudad. Era imposible, sus enormes motores Rolls Royce estaban desecho por las llamas.
¡El avión se incendia!, balbucee mientras me agarraba la cabeza con mis dos manos. ¡Que tragedia, va a caer en pleno centro! ¡Virgen de Torcoroma! Cerré los ojos por un instante. De inmediato marqué en mi teléfono celular el número de John Ascanio Ascanio, el Director del Equipo de Atención Prioritaria de Emergencias (ATEPE). Volví a marcar una vez más, y otra vez, y no había respuesta.
Marqué un segundo número, a su otro teléfono celular. Tres veces más. ¡Por favor, contesta! – dije- Llamé a su otro teléfono celular, John Ascanio tenía tres en total, uno por cada operador. ¡No contesta, Dios! –Grité de la angustia- Tres teléfonos celulares y este muchacho no respondía a ninguno. Me tapé un ojo con la mano izquierda y agache la cabeza. No había nada que hacer… Esperar el cataclismo.