Facebook, twitter y demás redes sociales son en la actualidad espacios de la vida perfecta, de la modernidad, del exhibicionismo. Allí, todo es fresco, eterno. La idea de la muerte no se asoma. Pero la muerte, como siempre, llega y cuando lo hace en este mundo digital, se convierte en un «hecho social», en noticia que nos causa mucha impresión cuando es un amigo o un contacto.
Entonces, internet se convierte en una especie de funeraria tácita o en un libro de recuerdos on line. Es, digamos, un bonito uso de este espacio virtual ante la muerte pues para los parientes y amigos del fallecido, es una nueva manera de despedirse, de hacer el duelo y recibir consuelo inmediato y a la vez permite a la gente hacer llegar su pésame.
En esos memoriales de la red, la muerte, la que todo lo iguala, permite rememorar al fallecido en letra, imagen y palabra y nos ayuda a sentir que esa persona tuvo una vida grande y extraordinaria.
Esta nueva evolución de los tradicionales rituales de privacidad, de recogimiento, de intimidad ante la muerte, causa en algunos usuarios de la red, cierta desazón y no es para menos, pues la muerte en internet ha suprimido la diferenciación entre lo privado y lo público.
Ahora, los actos sociales relacionados con ella son publicados, comunicados ante la mirada de todos y sabemos que los cambios culturales que se producen en corto tiempo, generan prevención o rechazo en algunos individuos.
Pero la realidad es que estamos ante una transformación del modelo cultural de la muerte que nos da la posibilidad de eternizar a una persona, de derribar la división dolorosa entre el más allá y el más acá. Ahora, en la red pareciera hacerse realidad el sueño de siempre de la humanidad: la inmortalidad.
Por, Maha Mcdalena