Había decidido no volver a escribir en un medio de comunicación. La razón es simple: estas vainas no las lee nadie. Parecerá una exageración, pero no lo es. Lo digo por experiencia propia, mis últimos escritos publicados, nunca supe si eran buenos o malos, por que, insisto, nadie los leía.
Cito algunos casos que evidencian esta aseveración. En alguna ocasión, hace ya muchos años, en un periódico de carácter universitario, escribí un artículo de opinión que contenía una diatriba muy fuerte en contra de las directivas universitarias por el abandono en que se encontraba el aspecto cultural en esa universidad. El artículo, para más señas, se titulaba “La cultura se la llevó el carajo”. Meses después de haber escrito el artículo fue en mi búsqueda el director de bienestar universitario, muy fastidiado por lo que había escrito. Llego a la cafetería donde me encontró, y con su rostro desencajado, me increpó diciéndome que estaba muy molesto por lo que había escrito en el periódico sobre la cultura y que muchas de mis afirmaciones no eran ciertas. Yo estaba sorprendido, no tanto por la reacción del directivo, porque era lo más lógico luego de mi diatriba, sino porque ese artículo había sido publicado varios meses atrás. Antes de empezar a discutir con él, lo senté en la mesa y lo invite un tinto. – Vea – le dije – antes de discutir este tema de la cultura y si mis afirmaciones tienen fundamento o no, sáqueme de una inmensa curiosidad: si esto lo escribí hace meses porque diablos hasta ahora viene a buscarme para discutir el tema-. Su respuesta fue sincera: – lo acabo de leer porque de casualidad encontré el periódico sobre una mesa en la sala de espera de la rectoría – . Imagínense, amigo lector, bueno, si hay alguien leyendo esto, que usted escriba algo y a quien va dirigido ni siquiera lo lee en su momento sino varios meses después por pura casualidad. Nada que hacer.
Retomo el cuento. La respuesta del directivo en ese momento no hizo sino generarme un colosal desconsuelo, por lo que le di respuesta a su enojo de un solo tajo diciéndole – váyase tranquilo, que estas vainas no las lee nadie -. Se fue como vino, pero más desconcertado todavía. Cuando iba al final del pasillo del claustro le grite: – el problema de la cultura en esta universidad no es usted, el problema es que nadie lee nada -.
En otra ocasión escribí un artículo en una revista especializada sobre un tema de la participación ciudadana, y al final del artículo deje mi correo por si alguien, al menos alguien, quería que ampliara los comentarios. Sorpresa. Alguien me envió un correo, pero no para pedir más información sobre el tema sino para insultarme y decir que mis apreciaciones sobre el tema eran equivocadas. Mi respuesta fue inmediata y llena de alegría porque por fin alguien había leído uno de mis artículos. Le conteste diciéndole: – no comparto tus comentarios hacia mí, desde luego, pero déjeme expresarle mi enorme alegría y mi infinito agradecimiento, porque por fin, alguien leyó esto -.
La tapa del cóngolo fue cuando en un periódico regional escribí algunos artículos de opinión, en alguno de ellos publique mi foto por solicitud del editor. Luego de publicado el articulo con la respectiva foto, muchos amigas y amigos me contactaron para decirme que la foto no me favorecía que la cambiara para la próxima edición. Les dije a todos que no había inconveniente, al tiempo que les preguntaba, de que como les había parecido el artículo. Todos guardaron silencio, nadie lo habían leído. Todos criticaron mi foto pero nadie leyó mi escrito. No sé por qué tengo la convicción de que ahora, alguien me escribirá para preguntarme, no por el artículo de la época y mucho menos este, sino el por qué a mis amigos no le gusto mi foto y si la tengo por allí en algún lugar del baúl de los recuerdos para que se las envíe.
Puedo citar muchos casos más que evidencian que estas cosas no las lee nadie, pero para que, si se de antemano sé que esto no lo está leyendo nadie. Afortunadamente y en contraposición de lo que pienso, hay un surtido completo de gente que escribe y que dan vida a sus increíbles historias y nos deleitan diariamente con sus inverosímiles opiniones, un grupo teatral de trastornados que parecen estar de acuerdo para alucinarnos y maravillarnos con sus escritos de todo tipo, así sea que nadie los lea.
En fin, muy a pesar de esto, he decidido romper esta decisión de no escribir, gracias a la insistencia del hoy consumado bloguero Yebrail Haddad. Por eso es que mi columna se denominara “ESTO NO LO LEE NADIE”. Si alguien pregunta porque esta columna se llama así, claramente hay que responder: porque simple y sencillamente esto no lo lee nadie.
Como conclusión desalentadora de todo esto se podría decir, de que todos estos artículos, que se tiran hoy con desventura al ciberespacio gracias al bloguero Yebrail, tiene el destino marcado: morirán sin esperanzas y sin que tengan la gloria efímera de que alguien los lea. A no ser que, por estos ires y venires del destino, por fin alguien este leyendo esto.
YOD
YOD, por estos ires y venires, hoy estoy leyendo tu escrito, y recuerdo mucho que en mi paso por la universidad, la única manera que se fijaran en las carteleras era que escribir la palabra SEXO y esto causaba curiosidad para leer la letra menuda. Tu estrategia si así lo fuese, ESTO NO LO LEE NADIE» causo curiosidad y lo leí, me gustaría que compartieras a través de el Bloguero YEBRAIL HADDAD El artículo de participación ciudadana.
Te agradezco especialmente por tu mensaje, sabes que contás conmigo. Gran abrazo.