En estos últimos años de vida profesional, después de haber dejado la Alcaldía de Ocaña, he tenido la buena fortuna de tener trabajos que me han permitido seguir ayudando a la gente de diversos Departamentos del País. Gracias a Dios, de contera, he podido conocer casi todas las capitales y bastantes municipios de la geografía nacional.
Por supuesto que los municipios que con ocasión de mi actividad laboral frecuento son aquellos de categorías 5 y 6, es decir, los que tienen menor tamaño, una población rural alta, exagerada dependencia de los recursos de la nación, escasa o nula autonomía administrativa, pobreza ancestral y vulnerabilidad de su gente, y por regla general, afectación grave por el conflicto armado. Es decir, municipios que realmente requieren nuestro apoyo técnico y ayuda profesional, y que además están habitados por gente buena, que no conoce la pereza y que no escatiman cuando se trata de cooperar entre sí para obtener beneficios mutuos.
En mi reciente visita por la costa atlántica algo particularmente me llamó la atención, algo que había visto antes también en la costa pacífica, pero que en ese momento no entendí como un suceso recurrente y sistemático, o en otras palabras, no había caído en la cuenta: ¡Todos estos municipios tienen equipo oficial de Rugby! Y para colmo de males, sus alcaldes me señalaban que “sus muchachos” ya habían ido a competencias en Inglaterra e incluso a la China. (¿China?)
No estoy hablando de hechos aislados, me refiero a que todos y cada uno de estos pequeños pueblos cuentan con equipo municipal de Rugby, y como si fuera poco con uno o dos clubes más de aficionados a este deporte. ¡Hágame el favor! Estos municipios no tienen suministro continuo de agua potable, carecen por completo de alcantarillado, con escaso acceso a salud educación y vivienda digna, pero sí tienen equipo de Rugby. ¡Vaya paradoja! Pensé.
En cuestión de minutos pasé del asombro a la indignación, pero luego recapacité y decidí averiguar sobre el tema antes de emitir juicios a la ligera.
Pues bien, mis indagaciones dieron sus frutos y pude comprobar que el propio Reino Unido a través de la Cancillería Colombiana y del British Council (Consejo Británico) viene impulsando en el País el deporte del Rugby y particularmente la creación de equipos y clubes en pequeños municipios, por medio de un programa llamado Try Rugby Colombia. Incluso, casi me voy de para atrás cuando me enteré que el propio Príncipe de Inglaterra, su Alteza Carlos de Gales, había aprovechado su visita oficial a Bogotá para presenciar partidos de Rugby cuyos protagonistas fueron más de 30 niños y niñas venidos de Apartadó, Tierralta y Buenaventura.
Pensé en el Imperialismo, pero volví a recapacitar. Sin duda estaba “escupiendo para arriba”, y me acordé de Nelson Mandela (QEPD). Madiva, como cariñosamente le decían en Sudáfrica, organizó el Mundial de Rugby de 1995 en Johannesburgo como pretexto para lograr la unidad real entre los negros y blancos en el post-Apartheid. La selección de Rugby de ese País Africano, los Springboks, era vista por la mayoría de la población como símbolo de las elites blancas opresoras. La estrategia de Mandela, logró lo imposible, no solamente ganó el mundial y popularizó el Rugby entre los negros, sino que además selló el inicio de una nueva República en la que todos sus habitantes comenzaron a verse como iguales y participes en la construcción de su nueva identidad nacional.
No dejé entonces de pensar en lo que podría ser este País donde fuera la sede de un Mundial de Futbol. ¿Se podría aprovechar también este pretexto para lograr no solo la unidad nacional si no la reconciliación total entre las víctimas y victimarios del conflicto interno armado?
Por lo pronto he entendido que este deporte de contacto fuerte, permite que en el campo de juego se haga tal desfogue de energía y de sentimientos que podría facilitar la capacidad de resiliencia de los niños y niñas afectados por el conflicto armado, amén de las ventajas que tienen cuando se trata de fortalecer lazos de amistad y cooperación todos los deportes que se practican en equipo.
Si el Rugby permite que los niños y niñas víctimas de la guerra se diviertan pero que además hagan catarsis y se genere un proceso de acompañamiento pedagógico para facilitar su inserción social y crecimiento de capacidades para garantizar autonomía en su vida, pues bienvenido sea.
Tengo claro además que este deporte requiere una preparación física importante y que para quienes ya estamos en el tercer piso de nuestra existencia podría implicar serios riesgos, ¡pero qué más se hace! Ya lo decidí, voy a jugar Rugby y espero no morir en el intento.
Me encantan sus opiniones, como las plasma, y como involucra al lector en sus investigaciones, Dios lo bendiga, paisano.
Te agradezco especialmente por tu mensaje, sabes que contás conmigo. Gran abrazo.