La versión moderna y remasterizada de la Tabla Güija de los años noventa[1], ahora con el nombre de Charlie, Charlie, ha causado estragos en los adolescentes del País, sus familias y los rectores de una importante cantidad de colegios públicos.
La esencia del juego sigue siendo la misma: la invocación de espíritus que resuelven preguntas. Solo que en esta ocasión el ajedrez fantasmagórico está simplificado, puesto que el tablero se construye dibujando en un papel un recuadro con las palabras “Si y No” y utilizando dos lápices en forma de cruz, uno encima de otro. Al hacer la pregunta Charlie, Charlie, ¿Are you here? (Charlie, Charlie, ¿Estás aquí?) un misterioso y poderoso demonio mexicano responde moviendo los lápices.
El juego que se volvió viral en las redes sociales del mundo el pasado 25 de mayo, ha generado, en la última semana, hechos inverosímiles de histeria colectiva entre los adolescentes y jóvenes colombianos. En un colegio de Tunja 4 estudiantes, uno de ellos mayor de edad, sufrieron crisis nerviosas al invocar a Charlie, Charlie; y una joven de 16 años en Barrancabermeja tuvo que ser hospitalizada con “síntomas de alteración del estado de conciencia, de su estado mental”, señalaron los galenos que la atendieron.
Los padres de familia y los rectores de instituciones educativas en el Valle, Cauca, Cartagena, Barranquilla, Turbaco y de Ciudad Bolívar en Bogotá, se declararon en alerta tras reportar que los estudiantes que han jugado han “visto cosas paranormales” hasta el punto de desmayarse y entrar en shock.
La respuesta de una parte de los directivos de los planteles educativos oficiales de dichos departamentos y poblaciones ha sido unánime, todos tomaron la decisión de prohibir el juego y la invocación de Charlie, Charlie, en sus colegios. Algunos de ellos calificaron el juego como de “Satánico” y alegaron estar “tomando medidas para evitar que los jóvenes quedaren poseídos por el demonio”.
Cuando leí[2] y escuché estas declaraciones de algunos de los máximos orientadores de la educación nacional quedé estupefacto. Realmente no podía creer que aun existieran personas formadas para impartir educación que creyeran en el demonio, y peor aún, en la posibilidad que este hubiera escogido como su medio de comunicación precisamente a unos lápices.
Confieso que no deje de preguntarme sobre qué tipo de educación estaban recibiendo los niños y jóvenes de dichos colegios, e inmediatamente reafirmé mi postura basada en la necesidad de aumentar el gasto público en educación y de generar un sistema de formación y acompañamiento continuo de docentes y directivos docentes.
Fue tal el «desmadre» de jóvenes endemoniados, de padres de familia y rectores que buscaban exorcistas, que el Ministerio de Educación tuvo que encomendar al Viceministro de Educación Preescolar, Básica y Media para que apaciguara los ánimos y enviara un mensaje educativamente correcto, al precisar de manera contundente que la tarea de los colegios era aprovechar la euforia colectiva para hacer un ejercicio pedagógico y explicar que los “lápices se movían por gravedad” y no por la acción sobrenatural dictada desde el averno.
Pues bien, este juego diseñado para engañar incautos, en un dos por tres puso en jaque al sistema educativo y de contera a la escala de valores, principios y creencias de un número importante de padres de familia del País. Y para colmo de males no solamente demostró ser absolutamente inservible para comunicarse con el más allá y despertar a los demonios, sino que resultó ser una de las maniobras de marketing y publicidad más exitosas de los últimos tiempos.
En efecto, el esotérico juego Charlie, Charlie, no es nada distinto que una estrategia de la productora de películas Warner Bros para promocionar su nuevo film “La horca”, que se estrena en Colombia el 23 de julio y cuyo nombre original en inglés es “The gallows”.
“La horca”, que fue filmada bajo la técnica de falso documental, tal como se hizo en el pasado con la película “El proyecto de la bruja de Blair” y “Rec”, cuenta la historia de unos jóvenes que invocan a Charlie, Charlie, para conmemorar el veinteavo aniversario de un accidente catastrófico, obteniendo como resultado un desenlace macabro.
El juego del inframundo sigue dejando lecciones por aprender. Quizá la más importante apunta a que de una vez por todas el gobierno debe garantizar la enseñanza de los currículos educativos desprovistos de las creencias particulares de quienes los proveen, siendo esto un postulado esencial del estado laico, que no obstante, se obedece pero no se cumple.