Enorme controversia ha causado la recién publicada Encíclica del Papa Francisco, titulada Laudado Si (Alabado Sea), al señalar de un lado, que existe una relación directa entre el deterioro del medio ambiente y la pobreza, y del otro, que es el ser humano, y no la acción divina, el principal causante de la destrucción ambiental del planeta manifestada bajo la forma de cambio climático.
Estas dos ideas principales, contenidas en la Encíclica escrita de puño y letra del Pontífice, abarca a lo largo y ancho de 190 páginas una tesis profundamente liberal que bajo el marco del cambio climático le hecha el agua sucia, bien merecida por cierto, a las potencias mundiales respecto de la muerte lenta del planeta y de la afectación de los países pobres por cuenta de los enardecidos fenómenos naturales, como ha ocurrido en Haití en 2010 o en recientemente en Filipinas con el paso del tifón que dejó más de 1200 muertos.
La Encíclica Papal pone el dedo en la llaga al señalar, entre otros aspectos, que el calentamiento global es real y que es principalmente el resultado de la actividad humana, advirtiendo que el aumento en el nivel de los mares terminará inundando a las ciudades más grandes del mundo, y que de no frenarse este fenómeno se reducirá el agua potable, se dañará la agricultura y se extinguirán algunas plantas y animales de manera definitiva.
También se señala en la misiva, y creo que esto es lo que más ampolla ha levantado, que los países ricos tienen una “deuda ecológica” con los países pobres, y manda un dardo extraordinario al generar una presión a los líderes políticos tras identificar que “muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico y político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando solo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático”.
Además de hacer un llamado a su feligresía para que se adopten cambios comportamentales individuales que conlleven acciones conscientes de cuidado y preservación del medio ambiente, este pronunciamiento del Papa Francisco ha sido entendido como un acto eminentemente político que busca influir en los debates que se llevarán a cabo a fines de este año en París, cuando se reúne la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, a efectos de lograr un acuerdo que sustituya el Protocolo de Kioto, estableciendo nuevos límites a la emisión de gases con efecto invernadero. Protocolo que además, valga la pena recordar, no ha sido suscrito y observado por los Estados Unidos.
No sería la primera vez que el máximo jerarca de la Iglesia Católica logra influenciar cambios históricos en el planeta, solo basta con recordar los pronunciamientos de Juan Pablo II que contribuyeron a la terminación de la guerra fría, por lo que particularmente espero que en esta ocasión esta avezada maniobra del Papa surta efectos más allá de los espirituales.
Precisamente porque el poder global del Pontífice es innegable y la Encíclica otorga responsabilidades en el calentamiento global de manera clara, contundente, y sin titubeos a los poderosos del mundo, es que la derecha mundial ha reaccionado en contra, siendo especialmente vehementes los republicanos de Norteamérica.
Jeb Bush, hermano del expresidente George W Bush y candidato a la presidencia en los EU, quien se ha declarado como católico practicante, declaró para la BBC que espera “que el cura de mi parroquia no me castigue por decir esto, pero no tomo mis políticas económicas de mis obispos, cardenales o de mi Papa”, pues no cree que la religión deba mezclarse con cuestiones que “tengan un efecto en el ámbito político”.
Otros republicanos han sido más agresivos al responder las tesis del Papa, como por ejemplo Rush Limbaugh que lo llegó a tachar de marxista, o Michael McKenna que señalo a Bergoglio de estar “vendiendo una línea de socialismo de estilo latinoamericano”, de acuerdo con lo señalado por el New York Times.
Digan lo que digan quienes rechazan la postura del Jerarca, a mí me gusta mucho esta versión de Papa ideólogo, más acorde con las realidades sociales y políticas del globo terráqueo, que como líder mundial habla duro y de frente, sentando posiciones controvertidas, que no obstante, benefician a la mayoría de la humanidad.
No hay que olvidar que el Papa Argentino es también un estadista, y como tal, un político verdadero.
Por, Yebrail Haddad