Eran las 2: 45 de la madrugada, ya no recordaba nada.
Miedo era mi nombre, unos tiempos antes pensé si era valiente al querer volver… o si por el contrario, era la más grande de las tonterías.
Con un equipaje muy grande y pesado venía yo en medio de la oscuridad.
En mi maleta de cuero café venían tres loros en su jaula, un bastón, un birrete, la caja negra de un avión, unas alas rotas de gaviota, un letrero rojo con la palabra “Separación”, un par de grilletes, un anillo de matrimonio, y un ataúd.
Yo era un mago, fui un mago y aún lo soy. Vine como el alquimista que era, a transformar el polvo en oro.
Venía en medio de fluidos, ruidos, voces que iban y venían. No sabía qué me esperaba. Cuando salí a la luz, por un canal estrecho y oscuro, fui recibida por extraños seres vestidos con extrañas ropas, yo estaba desnuda, solo yo y mi maleta, o mi maleta y yo… no sé, ella venia conmigo y yo con ella.
El miedo y la incertidumbre se fueron para dar paso al amor, a un tierno abrazo, a un eterno “Aquí estoy para ti, por siempre”, era mi madre.
Aún no recordaba nada, pasaron los años, el equipaje y yo éramos uno.
Cincuenta años sin recuerdos, con un nombre, una ciudadanía, una profesión, pero sin recuerdos.
Hasta que un día, se activó en mí el PROYECTO LAZARO, y empecé a recordar.
En los tiempos bíblicos, Lázaro estaba muerto y fue resucitado por el Maestro. La luz y los recuerdos vinieron a él, y por arte de magia, el polvo se convirtió en oro.
Guiado por el mago que era, corrí a abrir la pesada maleta. Me gustaba el olor del cuero, había aprendido a quererla, era mi mayor apego. Las viejas correas, algo roídas, se dejaron abrir.
Los tres loros de la Jaula, Miedo, Dolor y Tristeza, no dejaban de cotorrear “Sin nosotros no puedes vivir”. Jaula era yo, dorada, pulcra, hermosa.
Había que liberar a los tres loros, pero antes, había que transformarlos.
Saqué mi varita mágica del amor, aquella que mi padre alguna vez me había dado, y recordando claramente cómo usarla, pronuncié las palabras mágicas ´YO SOY´, y la transformación ocurrió.
Volaron Amor, Felicidad y Alegría, volaron al infinito, y de pronto, para mi sorpresa, retornaron a mí, a Jaula.
Y entonces, me sentí segura, tranquila, sentí el amor infinito y la luz que me llenaba. Tomé entonces el bastón, y enseguida pasaron por delante de mí imágenes vívidas de un cojo, un terrateniente golpeando a sus sirvientes, y una anciana alimentando pájaros.
Recordé que quien usaba el bastón siempre era yo. El instrumento era mi sostén pero también era mi ego. Después de agradecerle, lo despedí-
Muchas veces me gradué, muchas veces lo sufrí, muchas veces lo gocé, muchas veces lo usé, representado en el birrete estaba mi ego, unas veces más grande, otras no tanto, unas veces bien usado, otras no tanto.
¿Graduarme de qué? Ingeniero, terrateniente, madre religiosa, madre de familia, alcalde, astronauta, negro, blanco, indio… Lo cierto es que el birrete me ataba. Me empequeñecía, o me agrandaba, según la vida que viviera. También lo despedí.
Recordé muy bien que la caja negra del avión, el letrero, los grilletes, las alas de gaviota, representaban para mí vidas enteras de duda, oscuridad, de sentirme separada de mí misma, de no pertenecer, de no ser, de esclavitud y de apariencias. También los despedí.
Fue el día más feliz de mi vida, a los cincuenta años, nací!!
Me liberé porque recordé quien era, para qué estaba aquí y ahora.
Me desperté ese día a las 2:45 de la madrugada, ya sin miedo, sin oscuridad, reconociendo en mí a un ser divino, a un espíritu perfecto esencialmente vivo, a un YO SOY inmerso en el amor; sin nombre y con todos los nombres, sin nacionalidad y de todas las naciones, totalmente libre, ya sin maleta, con un espíritu liviano, dispuesta a morir para vivir.
Así que entré en el ataúd para dejar mi cuerpo, un hermoso cuerpo que en esta vida fue mujer.
Me despedí y le agradecí para continuar mi viaje, ¿para volver a reencarnar??
Por, Damaghia 63