Gloria Velandia, que recuerde, ha siempre sido docente en el sector rural de la difícil región del Catatumbo. Ella ha sido la única presencia que el Estado colombiano ha tenido en algunas zonas de este basto e infernal territorio. Una mañana de lunes, como lo hace siempre, tomo el bus en el mercado público del municipio de Ocaña, para dirigirse a su lugar de trabajo, una lejana escuela en una vereda confinada por la indolencia de un remoto municipio. Es lejos, casi cinco horas de distancia, tres horas en bus y dos por camino de trocha a lomo de mula, si es que tiene suerte y se la envían al corregimiento al medio día, sino su trayecto es más largo y más tortuoso. A mitad de camino para llegar al corregimiento, mientras el bus culebreaba por unas vías de miedo, fue interceptado por cerca de 12 hombres todos encapuchados y bien armados. En esa pate del trayecto cualquier grupo ilegal que están en la zona puede aparecer: FARC, ELN, Megateo con su EPL, alguna BACRIM. – Vaya uno a saber- dijo gloria. Cuando los hombres se prestaban a subir el bus, se inició un enfrentamiento con un grupo del ejército que se encontraba a poca distancia. Todos los pasajeros del bus, en su mayoría pobladores de la zona, quedaron en el fuego cruzado. Gloria cuenta, que con el primer traqueteo de las metralletas, instintivamente se tiró al suelo. El intercambio de disparos era intenso y se prolongó por casi media hora. Gloria, ya en el suelo y sintiendo como los vidrios de las ventanas caían sobre su cabeza y le laceraban su rostro, creyó que era su infausto final. No pensó en nadie de su familia, no pensó en sus padres, mucho menos su esposo, solo pensó que esta vez, después de muchos años no podría llegar a la escuela de la vereda olvidada a impartir educación. Gloria Velandia, lo supo entonces, en medias de las balas que silbaban sobre su cabeza y con la certeza de una muerte trágica inminente, que la única e inmensa responsabilidad de su vida era para con la educación de sus niños en el Catatumbo, pero que para el Estado, esto valía una mierda. Su pensamiento era más agrio de lo que suponía, y también más dramático y le imprimió una frase lapidaria: podría morir en ese momento y nadie iba a decir que fue en cumplimiento de su sagrado deber de impartir educación sino que todo el mundo diría: por algo fue.
Al fin de cuentas y luego de terminado el enfrentamiento entre el ejército y quien sabe con quién diablos más de tantos grupos ilegales que existen en el Catatumbo, nadie por fortuna, en este hecho absurdo y patético, resulto herido. Luego de muchas horas, interrogatorios y pesquisas por pate de la fuerza pública, Gloria Velandia, cerca de la media noche pudo llegar por fin a su escuela, como ella dice, a impartir educación.
Luego de esta faena, el día martes, como todas las semanas y como siempre ha sido, comenzó sus labores. Esta docente de profesión, quien es licenciada y especializada y muy poco remunerada para sus calidades, comienza a hacer patria en donde nadie llega y transmite sus conocimientos a un grupo de 25 alumnos, todo ellos campesinos. Lo hace con dedicación, con entrega y compromiso. Ella siempre lo ha dicho, tiene en sus manos estas vidas, en medio del abandono social, y su único propósito es armar proyectos de vida con cada uno de ellos. Me lo dijo una vez: “la educación que yo brindo, marca, de manera definitiva y en diferentes aspectos, la vida de mis estudiantes.
Semanas después, cuando supe del incidente que casi le cuesta la vida, fui a visitarla a su casa, en un barrio popular de Ocaña. La encontré tirada en su mecedora de mimbre, donde siempre reposa luego de llegar los sábados de la vereda, se le veía todavía tensa y pálida y aun con marcas en su cara, producto de las heridas que le causaron lo vidrios de los ventanales del bus, pero con la dignidad y la voluntad intacta. ¿Vas a volver a la escuela luego de lo que te paso? le pregunte. Siempre, contestó Gloria.
Este ejemplo de Gloria, ejemplo de vida, ejemplo de sacrificio y de patria si se quiere, que puede ser el reflejo de muchos docentes en el país, lo traigo a colación solo para decir algo a grito entero: el problema actual educativo en el país, que ha desembocado en un paro nacional docentes, no es un problema de FECODE, es un problema de toda la sociedad en su conjunto. Por eso, desde esta tribuna del bloguero, apoyo el paro de docentes, pues más allá de esto se soslaya el elemento clave para que las sociedades avancen en el camino del desarrollo: la educación. Así es, La educación es el componente fundamental del desarrollo de las personas y el medio indispensable para lograr sus principales objetivos, tanto en el presente como en futuro.
Cada vez que un ser humano logra avanzar en su proceso educativo, se constituye en un determinante para su desarrollo integral. Como lo menciona Rawls, ser más educado incrementa la probabilidad de ser más feliz y de alcanzar un mayor conjunto de bienes primarios.
Así entonces, unámonos al paro nacional de docentes y tomemos como consigna la defensa de la educación pública en Colombia, la defensa de una educación de calidad y la dignificación de la profesión docente, solo así y nada más que así el trabajo de Gloria, como el de muchos docentes se verá dignificado y recompensado.
Para no terminar mi segunda columna en una sola proclama de defensa del paro, traigo a colación algunos escritos que sobre el tema han dicho mentes brillantes en nuestro país, como el premio Novel García Márquez cuando afirmó: Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será su órgano maestro. Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una ética -y tal vez una estética- para nuestro afán desaforado y legítimo de superación personal. Que integre las ciencias y las artes a la canasta familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta de nuestro tiempo que pidió no seguir amándolas por separado como a dos hermanas enemigas. Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía.
Y también, como en su momento dijera Rodolfo Llinás, en el documento titulado Análisis de la Evolución de la Igualdad de Oportunidades en Educación Media, en una perspectiva internacional: El futuro de Colombia va a estar profunda y directamente relacionado con la capacidad que los colombianos tengamos de organizar la educación; la hija de la educación: la ciencia; y la hija de la ciencia: la tecnología. Sin la menor duda, este entrelazamiento será uno de los ejes principales del futuro de nuestro país en el siglo XXI.
Nada más que decir, unámonos a esta vaina, quizás algo bueno resulte. Viva el paro¡¡¡. Viva Gloria¡¡¡
JOD