Yecid Manzano Carrascal, Kika, en su lecho de muerte y con los estragos irreparables que le dejo la bala que le atravesó su cuerpo, pidió papel y lápiz a sus hijas Yetriz y Yarelis, quienes siempre estuvieron a su lado en un centro hospitalario en Bucaramanga, y escribió como pudo, un mensaje que por siempre nos estremecerá el alma: “pace lo que pace, ustedes son y seguirán siendo mi razón de vida”. Días después Kika moriría producto del disparo que le propino un delincuente de dos pesos mientras pretendía robarle su moto camino a la universidad. Una muerte absurda que encalla en la irracionalidad.
Kika era un excepcional ser humano, con una inteligencia luminosa y un talento asombroso, de carácter reflexivo y justo, de temperamento firme, templado e impredecible en costumbres y parco en juicios, probado más que nadie en el crisol de la adversidad. Era un hombre sensible y con los ojos más alegres que he visto nunca y un instinto poético que no remediaba con nada. Ha sido una pérdida invaluable e irreparable, que quizás hoy, un año después, muchos no la han podido entender, mucho menos, dimensionar.
En el momento de su deceso se desempeñaba como docente universitario y cursaba el último semestre en estudios de Artes Representativas en la universidad de Antioquia – Colombia Creativa con sede en la ciudad de Cúcuta.
Es cierto, como se ha dicho muchas veces, que tenía muchas facetas, estaba dotado de una sorprendente aptitud para las artes. Una de esas expresiones y que más impresionaba a cuantos lo conocieron era su faceta de pintor. Su segunda esencia. Dejo como legado cuadros pintados al óleo en especial de arte religioso sencillamente impresionantes. Parte también de su legado fue pintar sendos paisajes en paredes de casas en distintos barrios de la ciudad de Ocaña. Eran paredes que además de sucias y descarchadas eran constantemente atrapadas para colocar carteles de publicidad de todo tipo de evento que afeaban la zona céntrica. Yebrail Haddad, alcalde de la ciudad para ese entonces, propuso como solución embellecer al máximo esas paredes con la esperanza de que nadie las volvería a ensuciar por el respeto congénito del ser humano al arte y a lo bello. Kika fue el encargado de embellecer las paredes con sus matices. El efecto fue el deseado y hoy a pesar del tiempo, nadie absolutamente nadie, en las pinturas que subsisten, se ha atrevido a ensuciarlas o colocar un cartel encima. Estas pinturas, que combinan el paisaje con mujeres bellas que surgían de la madre tierra se parecían a la vida misma con que soñamos todos. Tienen el color y la vida de la esperanza.
Hay también un cuadro insólito en su obra, que pocos conocen, fue su último cuadro, de dos metros de alto, pintado al óleo, donde se ve, de manera extraordinaria en el lienzo, una niña indígena con síndrome de Down caminando por alguna montaña del Catatumbo con un canasto a sus espaldas que cuelga desde su cabeza. Fue su último cuadro, pintado más con el talento de su corazón.
Fue también escultor. Era su tercera esencia y dese luego, tiene sello propio. Quien no va a recordar la réplica que hizo de la virgen de la Torcoroma empotrada en el árbol de vida de la plaza 29 de mayo. Su belleza y perfección deja ver su gran capacidad. Meses antes de su muerte había realizado una restauración. Kika contaría después que no vio necesario solicitar permisos para eso y que simplemente procedió a bajar la virgen a pleno día y a la vista de todos y llevársela para la Escuela de Bellas Artes para realizar los trabajos. Kika comentaría después que pocos se dieron cuenta y los que se dieron cuenta no dijeron nada y terminó acuñando una frase propia de su estilo – aquí en este pueblo es una indiferencia total para todo, un día de estos se van a llevar la columna de los esclavos y nunca nadie se dará cuenta, porque ninguno tiene memoria de ella-. Al otro día fue el escándalo porque alguien se había robado la virgen del parque principal…
La ultima escultura que realizó fue la cabeza del presidente de la republica que hoy reposa en lo que era su estudio de sueños. Doña Raquel, su madre, una mujer formidable conmovida por el dolor todavía se pregunta quien se va a llevar eso.
En su faceta como declamador y poeta, su cuarta esencia, fue formidable. Quien no se estremeció al escucharlo, quien no pudo reprimir una lagrima cuando pronunciaba con el corazón y el alma los poemas sublimes. Quien no reflexiono cuando escuchaba el Vino, mujer de mi mala suerte, entre muchos otros, que declamaba con una belleza fantástica y una desolación única. Hace algunos años, una noche de diciembre lo escuche declamar en el marco del concierto “de amigos para los amigos”. Lo hizo como nunca y fue imposible saber si llorábamos por la belleza de sus declamaciones o por la tristeza que nos suscitaba el mensaje feroz y melancólico que transmitía aquel hombre que no parecía de este mundo.
Como docente y actor de artes escénicas, su quinta esencia, era simplemente genial, logró, contra todo pronóstico llevar al teatro de la UFPS de Ocaña a los más altos escenarios y sitiales del nivel nacional, codeándose como conductor del grupo como los más grandes directores de las universidades de prestigio del país.
Hoy, todavía sin poder entender tan desgarradora y oscura realidad como la que se vivió aquella noche del 5 de noviembre de 2014, todos sus amigos coinciden en quedarse con su primera esencia: la del amigo. Así es, era un gran amigo de sus amigos, como pocos, y me pregunto a veces cómo pudo serlo en tiempos tan roñosos. La respuesta es simple, Kika se veía con sus amigos solo para ser amigo.
En fin, solo basta mirar uno de sus cuadros o algunas de sus esculturas, o simplemente escuchar uno de sus declamaciones para entenderlo todo: el legado de Yesid Manzano es grandioso, extraordinario, diverso y desde luego, incompleto por los azares de la vida. Quienes conocimos a Kika sabemos el gran ser humano que fue y todas estas palabras que escribí sobre él y que al final no sirven para nada, es sólo para decirle con todo el alma, cuánto lo admiramos y queremos, y mierda¡¡¡¡, cuánta falta nos ha hecho.
Yesid Manzano murió hace un año, y sigue vivo en nuestros corazones para muchos de quienes tuvimos la fortuna de conocerlo, por esa razón inexplicable, alguien tendrá que poner en la entrada de la escuela de Bellas Artes, un letrero simple con letras grandes que diga: «Kika no se ha ido para siempre, está en un receso eterno atendiendo poéticamente los asuntos de la muerte».
YOD